La crítica al proceso de apropiación del feminismo por parte del patriarcado a través de las
ONGs, de la tecnocracia de género y del feminismo institucional comenzó a ser cuestionada
por el colectivo feminista Las Cómplices (principalmente Margarita Pizano, Ximena Bedregal y
Edda Gabiola) en 1992 y presentada en una ponencia en el VI Encuentro Feminista
Latinoamericano de El Salvador en 1993.
Los años siguientes, Las Cómplices lograron congregar a otras feministas de Latinoamérica que
también se encontraban inconformes con la orientación que estaba siguiendo el feminismo
latinoamericano, hasta que dicha crítica se expresó conjuntamente en 1996 en el VII
Encuentro Latinoamericano Feminista en Chile.
Los aportes de Las Cómplices (quienes constituirían la base para la conformación del
Feminismo Autónomo en Latinoamérica) son indispensables para entender cómo el feminismo
(liberal) se transformó en generismo, y más adelante, en queerismo (queer).
Una de las ponencias presentadas en Chile 96 por una de las feministas inconformes fue la de
María Galindo de Bolivia “Tiempo saboteado en que nos toca vivir” donde, en su primera
parte, expuso una descripción muy clara y didáctica para entender cómo el feminismo iba
siendo cooptando por el patriarcado y transformando en generismo. Se retoma esa primera
parte de la ponencia, pero, sin dejar de lado que ella misma posteriormente se orientó hacia
el queerismo, abandonando al lesbianismo y al feminismo, porque el queerismo es esencialmente antifeminista.
Las nuevas categorías políticas neo patriarcales que se especifican en la ponencia son:
- la categoría de género o retórica desde el poder: la perspectiva de género;
- el feminismo institucionalizado y burocratizado;
- la tecnocracia de género;
- las ONGS y las redes de ONGS como la nueva expresión organizativa de dicha tecnocracia;
- el carácter colonialista de las financiadoras que nutren a las ONGS y
- la democracia formal en sustitución de los movimientos sociales.
Dichas categorías servirían para identificar al llamado feminismo institucional
(posteriormente denominado: generismo) que se vendió a las financiadoras del norte
(imperialistas) y a los gobiernos locales para poder ingresar y llegar a formar parte de la
institucionalidad, alcanzar posiciones gubernamentales y acceder a los organismos
internacionales, lo que constituiría la tecnocracia de género.