¿EN DÓNDE ESTÁ EL PATRIARCADO?
PRESENTACIÓN POR PARTE DEL AHMFLM-YMY
Patricia Karina Vergara Sánchez en este texto, del 13 de marzo de 2019 publicado en su FB, ofrece una reflexión sobre las nociones patriarcado y heteropatriarcado desde la perspectiva lesbofeminista, conceptos fundamentales del feminismo que tan necesario y urgente es recuperarlos, arrebatándoselos a quienes se han apropiado de estos y han despojado a las mujeres de ellos.
Después del gran impacto histórico que produjo el movimiento feminista radical (MFR) en los 70s, el sistema neopatriarcal impulsó a partir de los 80s una ofensiva contrarrevolucionaria para frenarlo y desaparecerlo, sustituyendo feminismo por generismo (ideología de género) e invalidándolo como algo que ya no debía existir porque supuestamente las mujeres ya habían conseguido lo que buscaban, los derechos civiles dentro del marco patriarcal.
Por tanto, el feminismo resultaba innecesario, atrasado y caduco frente a los maravillosos logros del generismo (perspectiva o enfoque de género). Por lo mismo, autonombrarse feminista o hablar sobre feminismo resultaba anticuado, conservador y anacrónico y muy mal visto en la academia; lo innovador, avanzado y progre era la perspectiva de género impulsada en todas las universidades. Por esta razón entre los primeros objetivos de dicho sistema estuvo invalidar uno de los conceptos fundamentales del feminismo, el patriarcado, utilizando a las ciencias sociales y humanas neoliberales para demostrar que dicho concepto era absurdo, sin fundamento y anticientífico, siendo menospreciado y rechazado por el mundo académicos, teóricos e intelectuales.
No obstante, a pesar de todos los esfuerzos institucionales por desaparecer dicho concepto, las feministas continuaron hablando de patriarcado y continuaron combatiéndolo. Por esta razón, a partir de los 2000 el neopatriarcado cambio de estrategia y, sustentado en el generismo y el queerismo, retomó y se apropió de dicha noción pero vaciándola de contenido e imprimiéndole una interpretación totalmente contraria a la que se refería inicialmente. Así, hombres reaccionarios, misóginos y lesbofóbicos particularmente de las ciencias sociales y humanas empezaron a hablar de “patriarcado” y “heteropatriarcado” pero con un sentido completamente corrupto y antifeminista.
Karina argumenta:
“Cuando decimos patriarcado/heteropatriarcado, estamos refiriéndonos a un sistema de relaciones sociales, económicas, políticas, culturales y sexuales que mantiene el dominio de los hombres sobre las mujeres, sobre todos los seres vivos y sobre los recursos de la tierra de forma institucionalizada. Es una abstracción sobre la manera en que hoy está organizado este planeta. Sin embargo, esta explicación abstracta no quiere decir que el heteropatriarcado sea solamente una idea abstracta por sí mismo, ni tampoco es un ente etéreo que rodea a la humanidad y existe de forma autónoma”.
El patriarcado se encuentra encarnado en los hombres y todos ellos tienen nombres y rostros, se hace cuerpo en políticos, empresarios, narcos, militares, secuestradores, proxenetas que sostienen la injusta distribución de la riqueza y la injusticia social, que son dueños de la tierra y los bienes del mundo, que son feminicidas y asesinos de personas empobrecidas y racializadas imponiendo sus violencias en todos los espacios políticos, públicos y hogares y que se apropian de nuestros pensamientos, escritura y cultura para lucrar, lo cual no es más que extractivismo de los saberes de las mujeres… como la apropiación de los conceptos patriarcado y heteropatriarcado.
¿EN DONDE ESTA EL PATRIARCADO?
Karina Vergara
Cuando decimos patriarcado/heteropatriarcado, estamos refiriéndonos a un sistema de relaciones sociales, económicas, políticas, culturales y sexuales que mantiene el dominio de los hombres sobre las mujeres, sobre todos los seres vivos y sobre los recursos de la tierra de forma institucionalizada. Es una abstracción sobre la manera en que hoy está organizado este planeta. Sin embargo, esta explicación abstracta no quiere decir que el heteropatriarcado sea solamente una idea abstracta por sí mismo, ni tampoco es un ente etéreo que rodea a la humanidad y existe de forma autónoma.
El patriarcado ocurre porque hay una estructura social asentada sobre él y se hace carne y palabras, ideas y actos concretos en la vida y en la organización de la vida de las personas. Se materializa a partir de cuerpos humanos y los actos que llevan a cabo. Esos actos, ideas, palabras son realizados por personas con rostro y nombre.
Es necesario señalar que, aun cuando estas personas están sujetas a los mandatos y exigencias de este sistema, quienes realizan al patriarcado reciben beneficios de ello, ya sea porque mantienen sus privilegios, porque obtienen mayor poder y riqueza o porque les genera placer imponerse sobre otras. Por lo tanto, son responsables de esa realización.
Entonces, cuando, al mismo tiempo, hay autoras "feministas" bien cómodas en los privilegios de la academia y hombres privilegiados de partidos políticos conservadores quienes escriben o declaran que la lucha no es en “contra los hombres” que es “en contra del patriarcado”; cuando hay quienes exigen que no se denuncie a agresores, porque “el verdadero enemigo es el patriarcado” o, incluso, tratan de distraernos para que miremos hacia otro lado, insistiendo desde las colectividades y organizaciones sociales en que “el verdadero enemigo está afuera”, ¿afuera de dónde?
Lo que están pretendiendo es distraernos al mandarnos a cazar una nube gris inasible, al ente etéreo. No hay un “adentro” en donde estemos a salvo, negarlo, pretender cegarnos es servirle al patriarcado mismo.
El patriarcado está encarnado en los hombres que son dueños de la tierra y los bienes del mundo y todos ellos tienen nombres y rostros.
Se hace cuerpo en políticos, empresarios, narcos, militares, secuestradores, proxenetas y todos aquellos que sostienen la injusta distribución de la riqueza y todas las formas de injusticia social.
Es cada uno de los feminicidas y asesinos de personas empobrecidas, racializadas, de pequeñas y de pequeños.
Es cada uno de los que lucran con el dolor de todas nosotras.
El patriarcado tiene el rostro, la voz, las manos y los penes de cada uno de los que nos insulta, acosa, nos toca, viola.
También, son los que tratan de silenciarnos cuando nosotras hablamos de nuestros propios cuerpos, procesos fisiológicos, de nosotras o entre nosotras, para que no podamos autoreconocernos ni encontrarnos.
Así mismo, son todos aquellos que no nos dejan movernos, trabajar, estar en los espacios políticos, públicos o en nuestros hogares sin imponernos sus violencias.
El patriarcado es, también, aquél que se apropia de los pensamientos, escritura, debates y de la cultura de las feministas y lucra en términos económicos, de recepción de servicios y/o de prestigio social con saberes que no son más que extractivismo de los saberes de las mujeres.
Igualmente, es aquél que utiliza el amor y la ternura para obtener servicios, cuidados y sexo de una o de muchas mujeres, que le sirven en nombre de ese amor y de esa ternura.
Son todos aquellos que venden y consumen en las múltiples formas de comercio que hoy existen, a trozos, los cuerpos, el sufrimiento y los productos de los cuerpos de las mujeres.
En una línea paralela, el hacer de esos hombres en el patriarcado está sostenido y se mantiene gracias al incansable trabajo de las mujeres ambiciosas de la aprobación masculina que deciden servirles a ellos antes que mirarse en el espejo de un “nosotras”.
Las empresarias, las políticas al servicio del líder del partido, las policías, las militares, las narcotraficantes, las secuestradoras y todas aquellas que mantienen y participan de la injusta distribución de la riqueza y todas las formas de injusticia social. Las académicas y las autoridades religiosas, morales y legales que discursan para justificar/ proteger agresores o para distraernos y/o exigirnos que no les pongamos nombre y rostro.
Aquellas mujeres que deciden poner su propio cuerpo y acciones para defender a los denunciados de acoso y/o de violencias.
Aquellas que les son leales a ellos por sobre todas las cosas.
Las que repiten los ejercicios colonizantes, racistas y extractivistas sobre otras.
Aquellas que son esbirras de otras mujeres y hombres en el poder, por el puro placer de servir a la hegemonía, y se ocupan de acosar, calumniar, silenciar, acusar de violentas, negar o perseguir a quienes se niegan a servirles a ellos, esbozan cuestionamientos, disienten o deciden hacer las cosas de otra forma.
Son todas aquellas que funcionalizan la venta y consumo en las múltiples formas de comercio que hoy existen de los cuerpos, del dolor y de los productos de los cuerpos de las mujeres.
Eso, y más, es el patriarcado ejercido por hombres y sostenido por mujeres. Reitero: conocemos sus rostros, sus nombres, salen en las noticias y obtienen medallas, dinero y reconocimientos.
Antes de que alguien argumente diciendo que el patriarcado, entonces, estaría en hombres y mujeres, voy a insistir:
Hay quienes ejercen, ostentan privilegios y se benefician del dominio masculino: son los hombres; hay quienes ayudan a sostener ese dominio, ya sea obteniendo migajas de poder al esforzarse por recibir la aprobación masculina o desde el terror y el mandato de servicio introyectados, que son cadenas muy difíciles de romper, y quien lo hace son algunas, muchas, mujeres.
Entonces, no voy a diluir el señalamiento que hago, con aquella estrategia posmo en donde se dice que: “todos somos algo”. Porque sé que no faltará quien enuncie que, al final, el patriarcado está entre todos y todas, porque todas también nos hemos formado en él, por lo tanto “todas somos el patriarcado”. Por el contrario, afirmo que ese discurso es una falacia, una estrategia para invisibilizar y negar las relaciones de poder existentes.
Estamos dentro del sistema heteropatriarcal, pero es distinto ser el que domina que la que obedece, que aquella que se rebela o la que trata de sobrevivir siendo dominada.
Por supuesto, tenemos gestos misóginos aprendidos en el patriarcado, los tenemos la mayoría de las mujeres. Se me ocurre, por ejemplo, el competir con la otra o el actuar desde prejuicios. Sin embargo, no es lo mismo, ni implica partir del mismo lugar de poder que cuando se es la servidora del sistema protegiendo al violador o cuando se ganan miles en euros por hacer política desde una “perspectiva de género” que le sirve al Estado para curarse en salud diciendo que atiende los “temas de las mujeres”, mientras permite y estimula a que asesinen a una de nosotras cada tres horas y, tampoco, es lo mismo que ser aquella violentadora que ha tratado de prenderle fuego a su compañera o aquella que por envidia difama a otras.
Mucho menos, es lo mismo ser mujer y vivir en el patriarcado y tener gestos patriarcales que ser hombre violador o el líder de Estado o el tipo que se beneficia del trabajo de “su” mujer.
Así que no, la lucha no es en contra de un patriarcado visto como fantasma informe que mueve de forma sobrenatural los hilos del mundo y sus instituciones. La lucha es en contra de esos hombres que se sirven de esas instituciones, es en contra de quienes nos están explotando, torturando y asesinando y la lucha, también, se hace señalando a aquellas que son leales y funcionales a los tiranos.
El patriarcado toma cuerpo en los hombres, todos aquellos que tienen pene, y necesitamos poder verlo y que las nuestras lo sepan ver, porque nos va la vida en ello.